Una pelea de «Thriller»

Tantos y de tan distinta estirpe han escrito sobre él que ya no hay mucho más que decir. De su talento y legado abundan crónicas, columnas y reportajes. Pero de su herencia bien poco se dice. La plata mueve al mundo y con el rey muerto, nada de rey puesto. Aquí además del mundo del espectáculo es el mundo de las especulaciones sobre quién se quedará con su fortuna el que realmente se está moviendo más que nunca. Lo que tenía y lo que debía es, como las causas de su muerte, de lo poco que realmente no tenemos claridad. Aquí buscamos certezas.
Por Juan Manuel Astorga S.
¿Qué decir que no se haya dicho ya sobre Michael Jackson? Difícil. Que revolucionó el pop de los 80; que le abrió camino a los cantantes negros; que tenía un sentido del espectáculo incomparable; que batió récords de ventas; que era excéntrico, obsesivo y tímido; que se quería tan poco que trató de cambiarse por fuera lo más que pudo; que después de él no hay nadie que pueda ocupar su trono; que Nirvana lo desplazó de los rankings a comienzos de los 90 y que luego de eso nunca más volvió a ser lo que era; que nos enseñó a bailar caminando hacia atrás; que su ambigüedad sexual terminó por sepultarlo, en fin.
Pero no. A mi no me interesa valorar en pocas líneas su legado musical ni social. Eso me parece pretencioso y, por lo mismo, se lo dejo a otros. A mi lo que me interesa es la plata. Si, su plata y quién se quedará con ella. Lo siento pero es, además de las causas de su muerte, lo único que no está claro.
El problema con las herencias es que, cuando uno decide hacerse literalmente cargo del muerto, acepta quedarse con lo que el fallecido tenía pero también con lo que debía. En el caso de Michael Jackson, el hombre debía y harto. Aún cuando no se sabe a ciencia cierta a quiénes les dejó su suculenta herencia plagada de deudas multimillonarias, si podemos anticipar que habrá una dura batalla legal entre familiares y quienes avalaron el derroche del «Rey del Pop».
Lo que ocurre es que el repentino fallecimiento del cantante ha generado un tremendo y renovado interés por conseguir sus discos. Sus canciones vuelven a sonar en las radios como en los 80 y se han situado también en los primeros puestos en las listas de ventas en internet. Todo eso es, obvio, una muy buena noticia para la complicada situación financiera que dejó el artista a sus herederos. Es una de esas paradojas: Michael está ganando más muerto que en su última década de vida. Probablemente incluso en poco tiempo le arrebatará el sillón al otro rey, el del Rock Elvis Presley, como el muerto que más plata gana.
Las ventas y otros patrimonios tienen a los potenciales herederos afilando colmillos para repartirse la fortuna de Jackson y disputarla con los acreedores que sostuvieron el ritmo de gasto de un millonario que vivía como billonario, lo que le llevó a sufrir en sus últimos años graves problemas de liquidez.
Se estima que el artista arrastraba deudas que podrían situarse entre los 400 y los 500 millones de dólares, aunque el valor total de su patrimonio se calcula que rebasaría los 1.000 millones de dólares.
El principal activo de Jackson sería, junto a los derechos de autor sobre sus obras, el inmenso catálogo musical que adquirió en 1985 cuando compró la empresa ATV Music Publishing que tenía la propiedad sobre numerosos grandes éxitos de «The Beatles».
La mitad de esa compañía fue adquirida por Sony años más tarde y se cree que su valor podría superar los 2.000 millones de dólares hoy en día.
Aunque los prestamistas de Jackson están ansiosos por ajustar las cuentas, se sabe que la colección de derechos musicales de “Jacko” estaría bastante protegida de los posibles intentos de bancos y otras entidades para repartirse esa gallina de los huevos de oro.
Uno de los principales interesados en pescar parte del “patrimonio Jackson” sería el «beatle» Paul McCartney quien ya había tratado anteriormente de recuperar la propiedad intelectual sobre las canciones del grupo de Liverpool que se encuentran en manos ajenas. A McCartney le correspondería además por una cuestión moral. Todos recordamos que ambos grabaron juntos en 1982 la canción “The girl is mine” y un año más tarde la igualmente famosa “Say, say, say”. Eran tiempos en los que se les vio como dos grandes amigos. Sin embargo, cuenta la historia que en su residencia en Los Ángeles, el ex Beatle le comentó a Michael que el catálogo de The Beatles aún sufría una intrincada tramitación en manos de antiguas editoriales y que su riqueza era incalculable. Jackson habría aprovechado esa información y en 1985 compró los derechos de 247 canciones de los Beatles. En otras palabras, lo engañó.
Pero sigamos. Otro actor que podría entrar en esta disputa legal sería la ex mujer de Jackson Debbie Rowe, madre de los dos hijos mayores. A pesar de que ella firmó un contrato cediendo sus derechos sobre los niños a Jackson, posteriormente cambió de idea y acudió a los tribunales para deshacer el acuerdo. La corte le dio la razón el 2006, pero los niños siguieron con el cantante después de que Jackson y Rowe cerraran un pacto extrajudicial.

La madre podría volver a solicitar la custodia ahora, una acción que tendría visos de prosperar, según los expertos, y que vendría acompañada de una abultada suma de dinero en concepto de pensión alimenticia. Más aún cuando por estos días la mujer confesó que Prince Michael I (12) y Paris (11) fueron concebidos por inseminación artificial y con un donante anónimo, es decir, no son hijos biológicos de Michael. Rowe dijo que no pedirá su custodia pero con tanta plata en juego uno nunca sabe.
Otra que tendría algún interés en asumir la crianza de los chicos y administrar su cuenta corriente es Grace Rwaramba, la niñera que cuidaba tanto al trío como al siempre niño Jakcson. Los trascendidos aseguran que fue a ella a quien el Peter Pan de la música le habría heredado todo, incluyendo sus hijos.
El problema con los niños de Michael es que el más joven de los descendientes, Prince Michael II, de 7 años, nació de una madre de alquiler de identidad desconocida residente en Europa, quien tendría muy pocas opciones de reclamar con éxito la potestad sobre su hijo.
Si las cosas se dan como se supone, los niños serían separados y el más pequeño quedaría al desamparo. Probablemente Janet o la propia madre del cantante harán todo lo posible por conseguir su custodia (y con ella, el dinero que le corresponde al menor).
Sea como sea, si Jackson no hubiese dejado testamento, la ley de California determina que los únicos herederos serían sus hijos, que por su edad quedan además exentos de hacer frente a la inmensa deuda del cantante. Esos pequeños, ya podemos imaginarlo, tendrán que invertir parte de ese dinero en siquiatras y, conocida la historia familiar que de niño tuvo Michael, ojalá que nadie de su familia se haga con la custodia de ellos. De lo contrario, sólo podemos esperar lo peor.

Se está especulando por estos días que Michael se pasó estos últimos años grabando numerosas canciones y videos que sólo saldrían a la luz pública una vez fallecido y que, con sus ventas, mantendría a sus hijos. De ser cierto, habrá que esperar para saber si es verdad y sobré qué temáticas grabó. Antes, Michael Jackson le cantó al planeta (“Earth Song”), le regaló un tema a su ídola Liz Taylor (“Liberian Girl”),  compuso una al tan comentado color de su piel (“Black or white”), se afectó por la hambruna en Etiopía (“We are the World”); se inspiró en un ratón (“Ben”); rindió tributo al cine clásico de terror (“Thriller” inspirado en El Hombre Lobo estadounidense en Londres); le inquietó la delincuencia (“Bad”, «Beat It», “Smooth criminal”); se rindió antes otras culturas (“They don’t care about us” para las Favelas en Brasil, “Stranger en Moscow” luego de visitar Rusia); se mostró golpeado por las guerras (“Man in the Mirror”); le susurró demasiado de cerca su música a los niños (desde “Heal the world” hasta “The Lost Children” y quien sabe cuántas otras canciones cuyas letras fueron crípticas”), y le dedicó sus interpretaciones también al amor, a las mujeres, al desencanto social y… a la morfina. Efectivamente una canción que grabó en 1997, incluida en el raro disco “Blood on the dance floor” que se titulaba así, tal cual, “Morfina”, hacía referencia a esta droga.
El tema concluye con un breve y melódico canto al Demerol, un narcótico analgésico que Jackson frecuentaba desde hacía décadas y que podría haber formado parte del cóctel de medicamentos que le fue administrado antes de su muerte. Canción bien poco conocida que de seguro empezará a sonar y venderse con fuerza, incrementando con ello las diezmadas arcas de un cantante que ahora muerto vende más que vivo. ¿Díganme que no es de “Thriller”?.